Cuando nace un bebé todo tiene que
ser color de rosa (o azul) o por lo menos intentarlo. Esto es, tener la
habitación lista, todos los enseres comprados, los familiares avisados de
nuestras costumbres y la casa perfectamente ordenada y, por supuesto, limpia.
Tenemos que garantizar un entorno seguro y saludable para nuestro más preciado
“tesorito”.
Pero cuando llegas del hospital (nada
más aterrizar), lo que te apetece es dormir y que nadie te moleste durante
horas (días). Y claro, no es el momento, entramos en una dinámica de objetos
que entran y salen de la casa, boca, manos, que caen al suelo, se usan para
alimentar, sirven para guardar la leche (o para sacarla), etc. Que hay que
mantener limpios, que digo limpios, IMPOLUTOS para el uso frecuente de nuestro
nuevo inquilino/a.
Y aquí es donde se genera el CAOS:
¿esterilizamos todo cuanto nos rodea? ¿Solo algunas cosas? ¿Con qué método? ¿Me
dará tiempo a tenerlo todo listo para cuando lo necesite?
En este punto, pueden darse varios
casos:
- Tenéis un bebé que duerme fantásticamente y os da tiempo de aprovechar esas tres horas para hacer cosas.
- Tenéis ayuda externa y se encarga de las labores de esterilización.
- Sois familiares de “Milton” y lo de esterilizar lo lleváis en la sangre.
- Ninguna opción anterior es válida y vuestro parto ha sido por cesárea (además vuestro microondas es enano y no caben la mayoría de los esterilizadores).
En mi caso, como es obvio, me quedo
con la última. Con lo que supondréis que el momento de esterilizar se quedó
algo olvidado (priorizaba en otras cosas, la verdad). Solamente esterilizaba
una vez a la semana y lo hacía “a la antigua”, en una olla grande con agua y
todo lo que cupiese dentro.
Pero no penséis que me llevó muchos
meses, solo hice esto durante el primer mes. Y la verdad es que no pienso que
nos haya ido tan mal. Prueba de ello, es que por ahora, ni un solo resfriado,
infección o bacteria ha osado perturbar nuestra tranquilidad. Así que,
considero que a veces se juega con el miedo que tenemos todas las mamás
primerizas antes cualquier atisbo que nos haga sentir que no estamos haciendo
todo lo posible por salvaguardar la salud de nuestro bebé, y esto no debería
ser así, porque nos hacen comprar muchísimos trastos (porque no son otra cosa)
que ocupan sitio y no son para nada necesarios (como te lo venden, que parece
que si no los compras vas a ser la causante de la mayor pandemia infantil del
mundo).
Además ocurre que cuando
esterilizamos absolutamente todo, estamos creando una burbuja de protección tan
infalible que hace que cuando exponemos a nuestro hijo/a a algún contacto con
objetos, niños/as, personas o ambientes que no están esterilizados se le
presenten todos los virus de golpe ante los cuales no lo/a hemos ido inmunizado
gracias a nuestra burbuja impenetrable (y no cojan un simple enfriamiento, sino
que pasan directamente a coger una pulmonía).
Pienso que para esterilizar, como
para otras muchas cosas en la aventura de la maternidad, el sentido común es el
mejor consejo.
¿Habéis esterilizado mucho? ¿Seguís
todas las indicaciones para preparar de forma impoluta las cosas, o sois más Mamás/Papás Desastre?
Aunque haya pasado mucho tiempo desde que postearas esto, solo quería decirte que me ha sido de mucha ayuda leerlo. Gracias y ojala retomaras el blog. Un saludo.
ResponderEliminarPues creo que por eso hemos pasado muchos padres y madres. Lo quieres hacer todo perfecto, pero pasados unos dias o meses te preguntas que tan necesario es esterilizarlo todo como si vivieras en un laboratorio. Y finalmente con el paso del tiempo o con el segundo bebé creo que todos los accsorios para esterilizar acaban en el trastero.
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