Odio a las parejas que no se esperan
para comer (porque no quieren, no porque no pueden). Si, a esas a las que
entienden la vida en pareja como la convivencia de dos desconocidos que a veces, comparten ratos juntos (cada uno en su mundo aparte). A esas que te venden la idea de la independencia
como forma de vida, de espacio como ley de pareja (y como lo que está bien y lo único a lo que debes aspirar: a "que no te roben tu espacio"). A esas, a las que les importa más
cómo se encuentra cada uno, que juntos. A esas que cuando están solos no se
miran, ni se tocan y no saben lo que el otro o la otra piensa porque ni siquiera le interesa. A esas que
cuando quedas con ellas descubren cosas de ellos mismos porque en casa, en
su casa, apenas hablan. Parejas que no conviven, solo comparten piso.
Y no, tampoco me gustan esas parejas
que parecen agapornis (pájaros que van siempre en pareja), que tienen que ir a
todos lados juntos porque si no, no salen. Y que se preguntan todo antes de actuar
(hasta lo más simple), porque si no, no actúan.
Yo entiendo que el espacio en la
pareja es importante, por supuesto, y hay que respetarlo. Pero no comprendo que
dentro de ese espacio no exista ni un momento de espacio compartido, de ganas
de estar juntos.
Y si a esto le añadimos el mundo de
los niños/as, ya es algo que me alarma. Padres o madres que pasan tiempo con su
hijo/a encargándose, pero sin compartir ni un hueco de ese espacio con el otro
progenitor. Que se alegran cuando el niño o la niña solo quiere con él o ella,
celebrando que le niegue unos brazos o simplemente poder darle de comer. Me
parece fatal que se use como “moneda de cambio” (por los adultos) para
justificar el tiempo que no se pasa en su compañía.
Resulta muy triste que esos niños/as
crezcan en esa casa donde nada es común, donde solo importa la independencia de
cada uno, y que alguien intente inmiscuirse en su mundo (ni lo intentes).
Porque luego, esos niños/as serán personas a las que se le pedirá que
compartan, trabajen en grupo y se relacionen (y serán juzgados como
antisociales o marginados). Sin haber tenido ni la oportunidad de explicarlo,
porque ni lo saben ya que, cuando son tus progenitores (tus primeros maestros y
grandes ejemplos a seguir) los que te enseñan a mirar con esos ojos al mundo,
es la manera en la que aprendes a tratar (o no) a los demás. Creo que todo
empieza desde antes. Desde el punto de querer ser pareja, de querer forma una
familia, de querer tener algo (o no) en
común.
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