Cuantas veces durante la aventura de
ser madres habremos oído que lo correcto, lo que está bien, es dar el pecho
hasta los seis meses de edad como marca la OMS. Y que si no lo haces, no estas
alimentando debidamente a tu bebé, y un largo etcétera de cosas fatales que te
hacen sentir como la peor criatura que haya engendrado sobre la faz de la
tierra.
Además para cada impedimento hay
siempre una “solución láctea”: si solo te coge un pecho, cámbiale la manera de
dárselo. Si tiene más hambre, ponlo más veces. Si no te sube demasiada leche,
estimúlate poniéndolo más a menudo. Si se te agrietan los pezones, ponte una
crema porque no lo estás haciendo bien. Si te duele, cámbialo de postura. Si
une una toma con otra, no duerme y no te deja descansar a ti y pos lo tanto reponerte
y poder generar más leche… ¡qué bonito es lactar, bienvenida a la aventura de
ser madre (ve a clases de apoyo a la lactancia, allí te ayudarán)!
Voy a contar a modo sarcástico lo que
significó para mí este mundo en el cuál aguanté (si lo he dicho bien, aguanté)
hasta los cinco meses y medio como una campeona (ya os contaré mi momento de
parón más adelante). Y por supuesto, respetando a todas aquellas mamás que hayan
tenido una lactancia maravillosa (un ole a cada una de ellas, que
desgraciadamente son las que menos, por lo que me he encontrado a raíz de
investigar un poco).
Empecemos por el principio, así es lo
que te encuentras, las normas son básicas:
Teta a demanda, el tiempo que exija
el guion (nunca le retires el pecho antes de que esté saciado/a), busca
espacios cómodos y tranquilos para estar relajada. Tan solo tres premisas
claras.
Mi idea era realizar una lactancia mixta en la cual, de forma intercalada, me sacaría la leche para el biberón y así podría dársela su papá (por la importancia del vinculo a través de la alimentación) y otras directamente del pecho.
Entonces nos vemos con la teta todo
el día fuera del sujetador, rollo Mamá África, tu bebé llorando desconsolado
porque tiene hambre, tú con los pezones doloridos e incandescentes (si no de sus propios mordiscos del sacaleches) deseando que
se duerma para poder descansar, unas ojeras que ni te cuento y una peste a
cabra (a leche rancia) de la que ni hablamos mejor.
Por no mencionar el momento camisetas
mojadas de cada cambio o subida inoportuna de leche, que te deja en evidencia
donde estés y con un pestazo a yogur caducado…
Para más “inri” mi Marsupi se moría de hambre y como yo no
dormía, estaba con continuas hipoglucemias y no producía toda la leche que él
demandaba (imaginaos cuál era mi estado). Después de mucho rogar, mi pediatra
me permitió que le diese algún biberón cuando viese que no tenía suficiente y
que él seguía con hambre. Yo lloraba de alegría (y lo reconozco, a pesar de
todo esto, me sentía mala madre al darle su primer biberón de leche de fórmula).
Poco a poco la situación se iba
normalizando. Y aún me seguía encontrando gente que me decía que si quería
podía intentar meterle el pecho de nuevo, que me lo pusiera más a menudo y que
así produciría más (y lo que me entraban eran ganas de decirles que no, que no
quería volver atrás, que ya me había castigado suficiente, que lo había pasado
muy mal). Y que no se es menos madre por alimentar a tu hijo con biberón.
Ahora comenzaba a leer todas las
desventajas que tenía dar biberón respecto a la leche materna, y aún me
agobiaba más pensando que no le estaba dando la suficientes defensas a mi hijo.
Y es que, pienso que detrás de todo esto, hay un entramado de desprestigios
hacia el biberón que no creo que haga bien a las mamás que optan por ello (cada
cual con sus razones, si para ellas valen, no hay quién deba juzgarlas como
buenas o malas). Tantas organizaciones creadas tipo liga láctea, pro-lactancia,
FEDALMA, etc. Que te dan como única solución la lactancia a deshora y yo me
pregunto, ¿para cuando asociaciones pro-biberón o simplemente que respeten la
manera de alimentar sea cuál sea?. Porque parece que todo el mundo se posiciona en uno u
otro bando.
Por eso me resulta incoherente cuando
las madres que lactan en la calle se sienten insultadas y perseguidas por las
miradas, olvidándose de todo lo malo que ellas consideran a las que no lo hacen.
A veces juzgamos a las madres que dan biberón como mujeres que no quieren pasar
por un sufrimiento innato en ser mamás, y esto no siempre es cierto. Pienso que
cada madre es responsable, de dar lo mejor a su bebé y que si pone todo el amor
en ello seguro que es la mejor mamá que ese niño podría tener, da igual como lo
alimente.
¿Qué pensáis de estos bandos que se han creado? ¿Habéis pasado por situaciones similares a las mías? ¿Os consideráis peores madres por haber dado algún biberón?
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